martes, 27 de julio de 2010

Primera vista





¿Tu recuerdas la primera vez que observaste la totalidad de tu cuerpo?, la primera vez que notaste los detalles, esa vez en la que exploraste la totalidad de tu ser; cuando miraste tus pies, tus manos, tu sonrisa y tu seño fruncido. Cuando te preguntaste si era lo suficientemente atractiva tu postura, si tu caminar era ágil, si, la eterna cuestión del tamaño y la proporción, si era hora de dejar de comportarte como niño, si eras lo suficientemente atractivo para aventurarte con el otro sexo. Si eras lo suficientemente sensual para despertar el deseo ajeno.

Recuerdas la primera vez que te pasaste horas frente al espejo para descubrir cual era tu mejor frente, tu mejor sonrisa, la mirada más enigmática y el gesto más amenazante. La primera vez que descubriste que no a todos les sienta bien el negro y que el azul era un color que te hacía ver mejor, o peor. Ese momento en que descubriste que para el placer no eran necesarios dos y que la ecuación que te enseñaron no siempre es la más optima.

Recuerdas la primera vez que te reconociste nervioso por lo que podrían ver en ti los demás, esa deliciosa inseguridad de sentirte autentico y el temor de lo que podrían decir los otros.



Recuerdas la primera vez que deseaste una prenda que te hacía sentir bien, la primera vez que elegiste un aroma para disimular el propio ante la rutina diaria, ese otro que te hacia mas seductor, el mejor shampoo para las necesidades de tu rutina, la primera vez que por propia voluntad decidiste los requisitos de una buena máquina de afeitar y la mejor loción para después de afeitarte. La ropa interior más adecuada, el calzado más adecuado para tus intereses porque en este punto ya no hablamos tanto de una necesidad, ya todo debe de ser lo más optimo para ti, para la caracterización de ti mismo, para el rol que deseas asumir en la vida, la etiqueta que quieres colgar de tu cuello, delirante calificativo que quieres para ti. ¿Los recuerdas?...



Y que tal la primera vez que deseaste a una persona, esa que te complementaba y te hacia soñar despierto, esa de la cual una sonrisa era casi vital y sin la cual no podías retirarte con calma y tranquilidad. Recuerdas el nervio de la primera cita, la exhaustiva selección de tu ropa, desodorante, perfume, goma de mascar o caramelos para el aliento no podían faltar ni mucho menos una cantidad de efectivo adecuada. La extenuante selección de frases, temas de conversación y elección de lugares a donde ir, la mejor mesa o la idónea fila del cine. Tal vez un pequeño presente un detalle irrepetible o la invención de un lenguaje intimo. El nervio de a qué base llegaras, la necesidad de permanecer fresco y bien peinado durante toda la velada, el temor de que suden tus manos mientras tomas las suyas o de que tu aliento no sea perfecto, de que te sangre la nariz o te tropieces, tantos miedos que reflejan cuan densa es tu fijación de cuanto deseas a ese alguien…



Recuerdas el temor de lo que dirían de ti y esa otra persona la incertidumbre por la afinidad.. La inseguridad frente a sus amigos y ni hablar del terror frente a su familia; miedo de tener medo….



Espero estas líneas hayan despertado el recuerdo de esos momentos y que te hayas reencontrado con esa parte de tu pasado; ingenua y sincera que cada cierto tiempo regresa pero no tan fuerte, no tan intensa no tan inigualable….

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