Noches locas, con charolas de quesos y botellas de vino, uvas para despertar los sentidos y luz tenue para arrullar al consiente. Música suave para invitar a los cuerpos, a esos, los ajenos que te rodean y que desean tanto como tu un bacanal de sensaciones, conocidas y nuevas, renovando los votos para con lo sensual y rindiendo culto a antiguas deidades pagando besos prohibidos como tributo vitalicio.
Noches de dulce placer, que no por dulce deja de ser mortalmente doloroso. Noches de amor y de pasión, de explorar nuevas formas y de enaltecer posturas negadas, viejos tabúes que nadie se atreve a aceptar, besos negros y rojos que nos reconocen en huelga de la ternura preconcebida, de la falsa verdad, de la pragmática sexualidad campirana. Anhelos de la emancipación en la horizontal. Necesidad de probar nuevos sabores, nuevas formulas otras manos, otros ojos, otros labios…
Este es el reino de los cielos. ¡¡¡Bienvenido!!!
Bacanal de piernas, fiesta de labios. Anfitriones colgantes sin ropa, saludando de noche y coqueteando de día. Nos queda la cruda, el pecado banal del goce, el placer invertido y vaciado. Buen post.
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